Al ser lo más seguro (su precio siempre 1), líquido (no enfrentar pérdidas de capital), mercadeable (útil en todos los mercados), genérico (aceptado por todos) y lo único que sirve para terminar contratos y obligaciones tributarias (unidad de cuenta) y circular bienes y servicios (medio de cambio), el dinero, bajo la forma de efectivo, depósitos y reservas bancarias, ofrece un retorno o tasa de interés cero (0%).
El quasi-dinero o Letras del Tesoro, también conocido en argot financiero como activo libre de riesgo, que es lo segundo más seguro, líquido, mercadeable y genérico después del dinero, ofrece una tasa positiva y baja.
Y los activos riesgosos, que por definición son poco seguros, mercadeables o líquidos, y mucho más específicos, suelen pagar una tasa de retorno o interés alta y positiva, tanto mayor tanto más riesgosos y específicos sean, menor sea su liquidez y mayor su plazo.
El dinero y el quasi-dinero son seguros porque sus precios y, por inverso, sus retornos son fijados y garantizados por las autoridades y, por tanto, determinados de forma independiente del proceso de generación de ingresos (i.e. de la actividad económica) y los sentimientos de mercado, contrario a lo que sí ocurre con los precios y retornos de los activos riesgosos que, al menos a corto plazo, sí responden a la psicología, la euforia y el pánico.
Entonces, si los precios y retornos del dinero y el quasi-dinero los fija el Estado y los de los activos riesgosos el mercado, ¿cómo se determina el diferencial de tipos de interés entre distintos activos riesgosos y entre estos y el dinero y quasi-dinero?
El diferencial entre activos riesgosos depende fundamentalmente de los riesgos específicos (el emisor) y los plazos u horizontes de inversión, pero el diferencial entre activos riesgosos y el dinero y quasi-dinero depende únicamente de la preferencia por la liquidez.
El diferencial de precios y retornos entre el dinero y quasi-dinero y los activos riesgosos como, por ejemplo, planta, equipos, oficina, taladros petroleros, ETFs, acciones, bonos, etc., lo determina el grado de preferencia por los primeros, lo cual depende para un período determinado esencialmente de la edad promedio y preferencia por el riesgo de la población; y, a lo largo del ciclo económico, de la propia transición de los mercados de la euforia al pánico, y viceversa.
Cuando la mayoría espera bonanza todos quieren deshacerse de lo seguro, dinero y quasi-dinero, para adquirir activos riesgosos, aumentando el precio de estos y, por tanto, disminuyendo su rendimiento, mientras los precios y rendimientos del dinero y quasi-dinero prevalecen constantes (el precio del dinero en 1 y su rendimiento en 0%, como siempre, y el de las Letras del Tesoro en los niveles que haya determinado el Comité de Política Monetaria). Así, disminuiría el diferencial entre los retornos del dinero y letras y el de los activos riesgosos, que al encarecerse, como ocurre en las bonanzas, ofrecerían un menor rendimiento (claro, pues algo que se compre caro rendirá poco).
Y, lo contrario, en las épocas de crisis, todos quieren deshacerse de los activos riesgosos para pasarse al dinero y quasi-dinero, lo seguro. Así, caerían los precios de los riesgosos y, por tanto, aumentarían sus rendimientos (o diferencial) respecto a los del dinero y quasi-dinero (claro, porque algo que se compre barato rendirá mucho).
Y así se determinan los rendimientos en la economía. Abajo son 0% o relativamente bajos y positivos para el dinero y quasi-dinero respectivamente. Y arriba suelen ser altos y positivos, tanto mayor o menor según las preferencias por el riesgo o edad promedio de la población (mientras más emprendedores y tomadores de riesgo, mayor será el precio de los activos riesgosos y menor su rendimiento); lo anterior, salvo cuando llegan las crisis, momento en el que se espera que pasen más bien a ser negativos; y precisamente, entonces es cuando los inversores corren hacia el dinero, esperando la caída de los mercados y activos riesgosos para recomprarlos baratos cuando en efecto hayan caído.