En la encrucijada de la historia, nos encontramos ante una revolución que va más allá de simplemente un nuevo Ciclo Largo de Kondratiev. La Inteligencia Artificial (IA) emerge como el protagonista de un cambio radical, transformando no solo la forma en que trabajamos, sino también la manera en que asignamos valor al vasto acervo de conocimiento acumulado por la humanidad.
En lugar de seguir el típico patrón de ciclos económicos, esta revolución desencadena un proceso sin precedentes. No se trata simplemente de una sucesión de fases que abarcan décadas, sino de un cambio fundamental en la forma en que el conocimiento se monetiza. En el pasado, la acumulación de capital se basaba en la productividad humana y el contrato de trabajo. Hoy, nos dirigimos hacia una era donde la explotación del contrato de mercancías (bienes y servicios), la IA, la automatización y la digitalización son los pilares de la acumulación de riqueza.
El impacto de esta revolución será palpable en todos los rincones de la sociedad. La masa salarial, como porcentaje del PIB, experimentará una disminución, mientras que los beneficios verán un aumento notorio. Los empleos tradicionales se verán reducidos, creando una imperiosa necesidad de abrazar el espíritu emprendedor. Aquellos que solían depender de empleos ahora deben embarcarse en el viaje del emprendimiento, ya que depender de rentas básicas universales se vislumbra como la única alternativa viable. Profesiones que otrora ocuparon un lugar privilegiado, como médicos, abogados, ingenieros, economistas, diseñadores, arquitectos, entre otros, presenciarán una disminución de su relevancia, estatus y posicionamiento social en este nuevo paradigma.
Pero existen excepciones. En aquellas actividades humanas donde el espíritu desempeña un papel crucial y no compite directamente con las capacidades de la máquina, como por ejemplo el ámbito de la restauración, turismo, arte, espectáculo, cine, deporte, música en vivo o el cuidado de ancianos, continuarán las oportunidades para preservar la conexión humana y la creatividad.
Este cambio también afectará la aversión al riesgo y la inversión. La circulación de mercancías, la especulación, y la participación en fondos de venture y private equity tomarán un papel central, eclipsando la tradicional participación en mercados bursátiles corporativos.
En este escenario, la IA trasciende no solo lo físico y lo digital, sino también lo psicológico, aunque deja intacto lo espiritual. Es un recordatorio de que, mientras avanzamos hacia una era de máquinas inteligentes, la esencia humana perdura en su espíritu.
La transición puede ser desafiante, pero también ofrece oportunidades para la innovación y el crecimiento. En este nuevo paisaje económico, la adaptabilidad y la visión emprendedora serán las claves para prosperar.
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